lunes, 19 de agosto de 2013

Diferentes miradas sobre pobreza y niñez/juventud

lanacion.com | Economía - Lunes 19 de agosto de 2013 - Por Silvia Stang
Encuesta de la UCA
Uno de cada cuatro chicos vive en situación social precaria
Unos 3,2 millones de niños y adolescentes sufren la pobreza estructural, según un relevamiento privado; bajo efecto de la asignación por hijo

Viven en situación de hacinamiento. Por sus hogares ronda la precariedad. No asisten, ellos mismos o sus hermanos, a la escuela. Cuatro de cada diez chicos de hasta 17 años están en alguna de estas condiciones, según los resultados del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina (UCA), una encuesta que relevó, en el último trimestre de 2012, la situación de 5426 niños que habitan en hogares de un conjunto de 20 centros urbanos del país.
Si se extrapolan a todo el país los datos obtenidos teniendo en cuenta los datos del último censo nacional, es posible estimar que 3,2 millones de niños y adolescentes viven en hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI). Este indicador se refiere a condiciones de vida que dificultan el buen desarrollo de las personas, debido a la falta de un entorno adecuado para el bienestar. Es un dato vinculado con la llamada pobreza estructural, que permite una evaluación de la situación social bajo parámetros diferentes a los que se toman para la medición de la pobreza y la indigencia según ingresos.
El trabajo del barómetro social revela que 25,6% de los menores de 18 años viven en hogares con NBI. El índice no es muy diferente si se lo compara con los obtenidos en las ediciones de la encuesta de 2010 y 2011, de 27,6 y 26,8%, respectivamente. Entre los niños más pequeños, de 0 a 4 años, la tasa es superior: de 29,7% en la medición más reciente.
Según el análisis de la investigadora Ianina Tuñón, que coordinó el trabajo, la incidencia que tuvo el pago de la Asignación Universal por Hijo (AUH) fue baja en cuanto a lograr una mejora en los índices de pobreza estructural. La prestación social comenzó a pagarse en diciembre de 2009 y, tras haber mejorado su cobertura inicial, hoy es percibida por 1,84 millones de familias, con 3,6 millones de niños. Desde junio pasado el monto es de $ 460: una parte se cobra en forma mensual y otra, una vez al año contra la presentación de certificados de escolaridad y controles sanitarios.
La implementación de ese programa social -que, según la encuesta, recibe el 36,4% de los menores- parece haber tenido un impacto algo mayor en los índices de pobreza e indigencia por ingresos: en ese caso, en lugar de observar condiciones de vida según las características de la vivienda y del entorno, se evalúa si la familia puede comprar, con sus ingresos, determinados productos básicos. De todas formas, esas tasas siguen en niveles preocupantes. Tal como informó en mayo LA NACION, la encuesta de la deuda social reveló que en 2012 el 37,2% de los menores son pobres en función de los ingresos que llegan a sus hogares. Los indigentes, es decir quienes viven en lugares donde el dinero no alcanza siquiera para la alimentación más básica son el 8,4 por ciento. En 2010, esas tasas eran del 41,9 y del 12,7% en cada caso.
El Indec lo ve distinto
Los índices citados en el párrafo anterior son los calculados con datos de ingresos de la encuesta de la deuda social, cruzados con valores de canastas de bienes y servicios alternativos a la medición oficial del Indec, lo que explica la diferencia con las tasas de pobreza e indigencia que da a conocer el Gobierno (en el caso del índice general, sin discriminación por edades, los números de fuentes privadas suelen triplicar los del organismo oficial de estadística, dada la subestimación de precios que distorsiona el cálculo en este último caso).
La encuesta de infancia, cuyos resultados serán presentados pasado mañana a las 18.30 en el auditorio Santa Cecilia de la UCA, no muestra una diferencia significativa entre los índices de chicos con NBI según se trate de hogares del área metropolitana o del interior del país. Sí existe una esperable distancia entre los índices cuando se tiene en cuenta el tipo de urbanización en la que se reside. Entre los chicos habitantes de zonas informales, como villas y asentamientos, la tasa asciende al 48,4% (era del 55,1% en 2010), en tanto que en las urbanizaciones formales de nivel bajo es del 31,1%, y en las zonas de hogares de nivel medio, de 7,5 por ciento.
Según explica el informe de la UCA, se considera que está en la población con NBI toda persona que sufra al menos una de las siguientes privaciones: hay tres o más personas por cuarto habitable, la vivienda es de tipo precario, la vivienda no tiene retrete, en el hogar hay al menos un menor de 6 a 12 años que no asiste a la escuela, el hogar tiene 4 o más personas por cada ocupado y, además, el jefe tiene la primaria completa como nivel máximo de educación formal.
 

 

sábado, 1 de junio de 2013

Casi la mitad de los jóvenes italianos no tiene trabajo

ROMA Y BRUSELAS. ANSA, EFE, CLARIN - 01/06/13

Italia. Es el 41,9% de la población, según datos oficiales. Se trata del nivel más alto en 36 años. Subida del paro en Europa.
La desocupación en Italia sigue aumentando a un ritmo alarmante, según informó ayer el Instituto Italiano de Estadísticas: en el primer trimestre del 2013, el índice subió al 12,8%, el nivel más alto desde hace 36 años. Pero el dato que pone aún más bajo el foco la gravedad de la situación es que un poco menos de la mitad de los jóvenes italianos carece de un puesto de trabajo.
Las cifras de desocupación fueron difundidas ayer en Roma, luego de que Bruselas publicara los que atañen al conjunto de la Unión Europea. En la eurozona, subió una décima en abril con respecto al mes anterior y alcanzó un nuevo máximo histórico de 12,2%. En el conjunto de los 27 países del bloque, el indicador se mantuvo estable en la cifra récord de 11%.
Según el gobierno de Roma, el índice de desocupación de los jóvenes italianos fue del 41,9% en el primer trimestre del 2013, también otro récord histórico desde 1977. El ejército de desocupados superó ya las 3.083.000 unidades en ese país. Al respecto, el presidente de la república, Giorgio Napolitano, afirmó –aludiendo a pasados casos de suicidios– que el Estado “para evitar otros episodios trágicos debe mantener la máxima atención sobre las dificultades sociales”.
En la zona euro, los máximos niveles de desocupación lo muestran Grecia (27%), España (26,8%) y Portugal (17,8%), mientras que Austria (4,9%), Alemania (5,4%) y Luxemburgo (5,6%) acumularon los índices más bajos.
El número de desempleados alcanzó en abril a 26,58 millones de europeos, de los que 19,37 millones viven entre los 17 países que forman la eurozona. Si se compara esta cifra con abril de 2012, el número de desempleados aumentó en 1,67 millones en la UE y en 1,64 millones en los países del euro.

lunes, 20 de mayo de 2013

Juventud y lazos sociales

Página 12, Edición impresa, Lunes 20 de mayo de 2013

DIALOGOS › MAURO CERBINO, INVESTIGADOR DE FLACSO ECUADOR, SOBRE CULTURAS JUVENILES

“La mayor parte de las pandillas nace en los colegios”
Es italiano, pero desarrolló su principal trayectoria académica en Ecuador. Allí se dedicó a investigar el origen de las pandillas juveniles, las motivaciones que llevan a su conformación y las relaciones que establecen con el Estado. Aquí, desmenuza sus conclusiones y advierte sobre el papel de los medios de comunicación.

Por Natalia Aruguete

–¿Qué representa el lugar de la pandilla para jóvenes que están desprovistos de todo tipo de derechos?
–Donde existe, la pandilla representa –para algunos jóvenes– un modo de vida, un modo de existencia y reproducción social. Y es, además, una forma de protegerse de una inseguridad que es previa a estas organizaciones. Esa inseguridad se debe a que algunos barrios no son aptos para la vida, porque han sido abandonados por el mundo adulto, que decidió tener un proyecto de vida que no supone la construcción del lazo social, sino que se resigna a vivir encerrado –tanto del hogar como del trabajo– o incluso a levantar rejas en la precaria construcción de su hogar con tal de tener la sensación de estar seguro. En esos barrios “dormitorio” es muy difícil que sea posible la vida social: no hay gente en la calle porque el barrio no tiene lugares para la diversión, el esparcimiento, la reproducción social. Y los jóvenes y adolescentes necesitan de mayores condiciones de sociabilidad, de ese tránsito por el espacio público, una vida social más amplia que la que querrían tener los adultos. En muchas ciudades latinoamericanas, los jóvenes buscan un modo para apropiarse –o reapropiarse antropológicamente– de estos espacios.
–Usted establece una relación entre el imperativo de la violencia y el respeto. ¿Qué significado tiene el respeto en una organización violenta?
–El respeto es lo que estructura las relaciones. Sobre todo las relaciones intra e inter pandilla. Es hombre de respecto aquel que se hace respetar por el que está afuera de la pandilla, en otra pandilla u otros jóvenes que pueden estar alrededor. Hacerse respetar supone que el otro te tenga miedo, que entienda y pueda bajar la mirada cuando un joven pasa por ahí. Será persona de respeto el que logra infundir miedo a otros. Es una dinámica de bajadas de miradas, de sumisión, de interiorización, de superioridad de uno hacia otro. Estas cuestiones, que salen de los relatos de los chicos, surgen de la escasez de condiciones que permitan la reproducción social. La condición de respeto reemplaza estos vacíos porque se construye el reconocimiento. Es lo contrario al respeto tal como lo concebimos desde la educación cívica.
–¿Es lo contrario porque la única posibilidad de respeto pasa por la violencia?
–...Y por el miedo. El respeto es uno de los elementos presentes en la modernidad, una condición que permite que nos reconozcamos y podamos estar juntos. En este caso, se basa en el miedo, no porque se experimente la necesidad de que para estar juntos debamos respetarnos. Son sujetos que han padecido una falta de respeto.
–¿Por qué al analizar las pandillas juveniles incluye una “dimensión colectiva de la violencia”?
–Es una dinámica que se establece en un horizonte de destinos de masculinidad hegemónica, otro elemento del horizonte simbólico discursivo que da sentido a la acción de la pandilla, junto con el respeto. Ese horizonte de la masculinidad hegemónica es lo que los adolescentes y jóvenes, sobre todo de ciertos sectores populares, van aprendiendo en sus familias y en el colegio, así como en otros espacios donde permanentemente están expuestos. Para ser hombre hay que ser hombres de respeto. Se es hombre desde el momento en que se inferioriza a otro. La masculinidad es un discurso potentísimo, que no sólo tiene que ver con la cuestión del varón, sino que sostiene una concepción de las relaciones sociales. La llamamos hegemónica porque está presente en muchos estamentos.
–¿Y la mujer?
–La mujer queda subsumida, se comporta de modo similar aunque con una contradicción, porque es un sujeto portador de otra dimensión sexual y, por lo tanto, muchas veces las mujeres son objeto de violación de alguna manera tolerada. Pero al mismo tiempo las mujeres se comportan como los hombres: pueden ser protagonistas de las mismas escenas de violencia de las que son portadores o protagonistas los hombres. Por tener que afirmarse como parte de la pandilla se comportan de modo similar a los hombres. Allí hay otro aspecto sexual que es bastante sórdido.
–¿Cuál?
–Hay violaciones; las mujeres son mujeres del líder..., situaciones de ese tipo. Pero las mujeres reproducen el mismo discurso que los varones, que además es sostenido por las madres. Recuerdo que la madre de uno de los chicos me dijo: “A mí me extrañó mucho cuando me dijeron que mi hijo era de los... porque él no sabe pelear”. Esa idea de la necesidad de saber pelear proviene de la madre y no sólo del padre.
–¿Qué análisis hace de las lógicas de las políticas públicas, del rol del Estado, frente a la violencia juvenil?
–En primer lugar, no hay política pública de juventud, al menos en el Ecuador. Y no hubo política pública de jóvenes migrantes en España. En el caso de España, a raíz de una norma de reagrupación familiar, los adolescentes y los jóvenes del Ecuador iban a reagruparse con sus padres, y eso era todo en términos de marco normativo. Hay normas que facilitan que se reagrupen las familias, pero después el Estado es incapaz de pensar qué hacer con estos jóvenes. Les puede dar una posibilidad de entrar al colegio, pero allí se encuentran con una montaña de problemas y discriminaciones. No hay una política de integración.
–¿Qué consecuencias trae esa falta de política de integración?
–Que primen las relaciones cara a cara, altamente discriminatorias. La reproducción de todo tipo de discriminación y denigración. Por lo tanto, muchos de estos jóvenes –también en España, donde uno esperaría que estuviesen en otras condiciones– están quizás en las mismas o peores condiciones que las que dejaron en Ecuador. Y cuando saben que hay una organización que se reúne, que habla el mismo idioma y además habla fuerte, no habla suavecito...
–¿Qué significa “no hablar suavecito”?
–Que no habla sumiso como la madre, que ya asumió la subalternidad porque tiene un proyecto de vida distinto, una estrategia de vida distinta que le permite procesar la sumisión. Ellos no tienen un proyecto de vida, ya que muchas veces se han ido agrupando sin tener la voluntad de hacerlo, y encuentran en esos espacios otra vez la reproducción, la protección, el sentido de la vida, el goce, la diversión.
–En la relación pandillas-Estado, ¿cómo ve la responsabilidad legal que el Estado deposita en estos jóvenes y adolescentes?
–Retomo la idea de que no hay una política pública. En el Ecuador hay una ley de juventud, pero nunca dio paso a reglamentos y dispositivos para su aplicación. Por lo tanto no hay una política pública, de prevención de un fenómeno como éste. ¿Qué hace el Estado para prevenir el bullying? (N. de la R.: el bullying es un acto de conducta agresiva para hacer daño deliberadamente a otra persona, de manera física o psicológica.) Es una cosa tremenda en nuestros colegios, hay jóvenes que se han suicidado por haber sido objeto de reiterado acoso o linchamientos. El que aguanta es un joven que no quiere entrar en la dinámica del más fuerte, estando al margen de eso se convierte en el objeto de aquellos que siempre quieren ser los más fuertes, que necesitan identificar a alguien como débil. ¿Y qué hace el Estado? La mayor parte de las pandillas en el Ecuador u otras partes del mundo nacen en los colegios. El sistema educativo no sólo no es capaz de generar condiciones para una mayor circulación, un mejor funcionamiento de la población, sino que se transforma en lo contrario: hace que los jóvenes se sientan continuamente denigrados, el maestro contribuye muchas veces a eso.
–¿Cómo?
–En el Ecuador tenemos varios ejemplos de maestros que abonan ese horizonte de masculinidad hegemónica. No hay una política pública, salvo normativa represiva, una acción policial y punitiva tremenda... la inconsistencia del Estado de Bienestar muchas veces viene compensada por la condición abusiva de la policía, que es la única cara visible de un Estado inconsistente. Estos jóvenes populares se sienten atraídos por ser policías, porque eso los mostraría fuertes, pero a la vez se cagan de miedo frente a la policía: tienen ese amor-odio. Podría contar historias de los más recalcitrantes de líderes que me llamaban de noche para que les diera una mano porque un policía los estaba llevando. Lloraban como niños.
–En su libro El lugar de la violencia, usted señala que los medios son “reproductores de un discurso mayor”. ¿Qué rol cumplen los medios en el relato de este tipo de violencia? ¿Cree que la palabra “reproductores” es la más adecuada?
–Claro que los medios no son sólo reproductores, también son los que producen el discurso mayor que pretende ser objetivo e incuestionable. Tanto en España como en Ecuador, la única mirada que tiene el común de la gente lega es la mirada de los medios de comunicación... los medios se encargan de representar simbólicamente y alimentar los imaginarios ciudadanos, haciendo el “trabajo sucio” por cuenta del Estado. (Se ríe.) Las violencias grupales juveniles no pueden ser asimiladas a la violencia criminal de las bandas criminales organizadas..., al menos no en un primer momento, después algunas de estas pandillas pueden devenir en otra cosa, como ser capturadas por bandas organizadas, pero ése es otro fenómeno.
–Insisto con la pregunta, ¿los medios sólo reproducen ese discurso o disputan poder simbólico con otros actores sociales?
–Los medios trabajan directamente con la constitución de la opinión pública, son alimentadores de los funcionarios, aquellos que dan las claves interpretativas de la realidad. Se encargan de sostener la tesis de que estos grupos son los desviados de la norma... se encargan de des-responsabilizar al Estado y decir “no, lo que pasa es que los jóvenes son así: naturalmente violentos”. Esencializan la condición juvenil, y con eso le ahorran un gran trabajo al Estado.
–¿Cómo?
–Logran que la opinión pública no vea al Estado como uno de los mayores responsables y también al conjunto de la sociedad por no cuestionarlo, por ser pasiva frente a estos temas. Efectivamente, insensibilizan a la opinión pública, ya que por ese proceso de naturalización parece obvio que los jóvenes actúan del modo que actúan. Contribuyen a invisibilizar las condiciones que hacen posible ese fenómeno. No contextualizan, no historizan, no hacen una investigación con fuentes primarias sino que recurren al “monofuentismo” (usar una única fuente de información) de la policía, tribunales de justicia, actores que también hacen el trabajo sucio por cuenta del Estado.
–¿Qué es lo que encubren los medios de comunicación desde una “noticia dramatizada” (donde hay buenos y malos, ganadores y perdedores, como en un cuento) cuando cubren este tipo de fenómeno?
–Cubren con la objetividad de los hechos... eso no existe. Y encubren las condiciones de posibilidad de la existencia de este fenómeno. A los jóvenes los hacen los únicos responsables de su acción, cuando evidentemente la responsabilidad es, cuanto menos, compartida. Además contribuyen –y eso es lo peor– a empeorar las cosas, porque venden a éstos como sujetos desechables.
–En su libro usted sostiene que los medios “no tienen agenda propia” y relacionó esto con la perspectiva de aquellos expertos que miran a los medios como “actores políticos”. En el contexto actual latinoamericano, donde se ve una relación conflictiva entre medios y gobiernos, ¿cómo se construye esa agenda sobre la violencia juvenil, desde medios que ya no se fusionan tan claramente con la palabra del Estado?
–Ahora que planteas eso, se me ocurre pensar que desde hace más de cinco años los medios en el Ecuador ya no se ocupan de este fenómeno. O el fenómeno desapareció o ya no les interesa, porque los medios privados de comunicación ya no tienen en el Estado ni en el gobierno una fuente para hacer el trabajo sucio.
–¿Pero dependen exclusivamente de esa fuente para hacer el “trabajo sucio”?
–Sí, porque dependen de la policía. En Madrid tuve un altercado con un reportero de El País, porque él quería des-responsabilizarse de lo que ese diario había escrito sobre los Latin Kings, diciendo que en el fondo ellos sólo reproducían a la policía y que, en última instancia, el problema estaba en la fuente. ¿Te das cuenta de la barbaridad que decía? ¿Un periodista puede afirmar que el problema está en la fuente y no en él? Lo primero que se me ocurre decirle es: “cambia de fuente”, “diversifícala”. Había un policía que le dijo: “Yo soy fuente pero tú estás haciendo la nota”. Fue una escena emblemática. Los medios a veces se prestan para sostener algún interés de parte de un partido político que aprovecha esa representación mediática de la violencia juvenil para justificar la “necesidad” de una acción represiva. En el Ecuador hay una discusión sobre la baja de la imputabilidad penal a los 16 años, necesitan preparar a la opinión pública para asimilarlo y luego justificar cierto tipo de legislación, el aumento de las policías privadas.
–¿Por qué estudiar a los Latin Kings, qué rasgos los volvía interesantes para usted?
–¡Qué buena pregunta! Esta organización nació en los años ’40 en Chicago, conformada por inmigrantes, sobre todo puertorriqueños, cubanos y mexicanos. A partir de los ’80 empezaron a definirse como una nación. Esa definición de nación siempre me atrajo mucho.
–¿Por qué?
–Después de reflexionar mucho empecé a ver que efectivamente era una organización, que tenía tal envergadura en cantidad de miembros y que iba configurando una nación dentro de otra, una nación en lugar de otra. Eso es lo que (Erving) Goffman maravillosamente define como la transformación del estigma en emblema, cuando habla de la carrera del delincuente. Estos grupos son objeto de constante denigración y estigmatización, son tildados como personas desadaptadas y es probable que terminen haciendo esto del modo más espectacular posible. Es como si dijesen: “Si el otro me condena a ser delincuente, seré el mejor delincuente posible”. Entonces el estigma de ser latinos se convierte en el emblema de ser latinos, pero reyes. Hay coronas y hay alturas y beneficencia. Me llamaba mucho la atención esto de la nación. Porque todas las pandillas tienen un nombre, pero ellos se llamaban nación.
–¿Qué elementos los convertía en nación?
–Ellos tienen una Constitución, y tienen elementos que hacen a una nación, quizá no el idioma pero sí una jerga, un vocabulario... Dos reyes que no se conocen, se reconocen por el modo en que actúan o por un gesto que los hace reconocibles. Yo estuve muy cerca de ellos. Una vez en Madrid, al final de una conversación y viendo que compartíamos algunos saberes, ese chico me preguntó: “¿Pero tú que chapa tienes? ¿Qué King eres?”. Por supuesto que yo no tengo ninguna (chapa), pero sabía mucho por mi investigación. Pero ellos se reconocen, tienen un universo simbólico que comparten, algo que tiene que ver con lo lingüístico, lo gestual. Comparten mínimamente un territorio que se translocaliza. Otro elemento que me atraía mucho es el carácter de transnación: son una nación pero también son transnacionalistas. Ellos dicen que empieza a existir la nación cuando se planta bandera. Ellos tienen el acto de constitución de la nación en el lugar en que se planta bandera, van a tener esa fecha para recordarla así como se recuerdan las efemérides que fundan la nación. Era tan potente esa nación, con una Constitución, manifiestos, propósitos y leyes, que era capaz de refundarse cada vez que fuese necesario. No eran las pandillitas de 20 o 25 personas, como las estudiadas hace muchos años. Hay gente que hoy tiene 40 años y sigue siendo Latin King... porque ellos dicen que un rey es para siempre, aunque ya no sea un King.

DIALOGOS › ¿POR QUE MAURO CERBINO?
Los lugares de las violencias
Por Natalia Aruguete
Es apasionado, intenso. Se ríe con los nervios de quien se involucra profundamente con sus ideas y eleva el tono de voz cuando sus propias palabras lo conmueven. Es italiano.
Mauro Cerbino se fue al Ecuador hace poco más de una década, enamorado de una lugareña y se quedó allí para armar su historia familiar y su trayectoria profesional.
Doctor en Antropología Urbana por la Universitat Rovira i Virgili, Cerbino coordina el Programa de Estudios Internacionales y Comunicación de Flacso Ecuador y dirige la revista Iconos, que edita la misma facultad. Lleva años investigando temas sobre organizaciones juveniles de la calle, juventudes y violencia. Como director del Observatorio de Medios, además del discurso informativo que se construye sobre este fenómeno, estudia la relación entre gobiernos y medios de comunicación y, en ese marco, la mediatización de la política.
Su investigación se ha plasmado en cursos y seminarios dictados en diversas universidades de Latinoamérica y Europa y en numerosos libros y artículos como El lugar de la violencia (Taurus-Flacso), Más allá de las pandillas, violencias, juventudes y resistencias en un mundo globalizado (Flacso) y Jóvenes en la calle, cultura y conflicto (Anthropos), entre otros.

Reseña "El lugar de la violencia" Flacso
http://www.flacsoandes.org/iconos/images/pdfs/Iconos46/I46_15_Barrios.pdf

Reseña "Jóvenes en la calle, cultura y conflicto" Anthropos
http://www.flacsoandes.org/iconos/images/pdfs/Iconos25/14%20Resena.pdf

lunes, 25 de febrero de 2013

A pesar del pésimo título y la bajada que redactaron, esta nota de ¡La Nación! resulta esclarecedora sobre el momento que vivimos: jóvenes comprometidos, agrupaciones que trabajan para formar cuadros, en definitiva: LA RECUPERACIÓN DE LA POLÍTICA

La Nación, Domingo 24 de febrero de 2013 Por Gabriel Sued

La isla del Evita: una escuela para aprender a ser kirchnerista

La agrupación oficialista forma cuadros juveniles en el Delta, entre el adoctrinamiento revolucionario y la jura de lealtad a Cristina

El muelle modesto, de tablones de madera gastada, no se diferencia en nada de los muelles del resto de las pequeñas islas del delta del río Luján, en el Tigre. Si se los mira desde el agua, los 30 pibes que conversan sentados en ronda tampoco presentan nada que llame la atención. Pero basta con poner un pie en tierra firme para descubrir rasgos atípicos: la mayoría de los jóvenes viste remeras rojas, con la cara de Eva Perón estampada en el pecho. El tema de la charla también es original: se discute "qué es un militante, qué es un cuadro y qué es periferia".

Es la puerta de entrada a un sitio único de la política argentina: la isla del Movimiento Evita, una parte vital de Unidos y Organizados, el aglomerado de organizaciones más cercanas a la Presidenta. En este paraje agreste, la JP Evita, brazo juvenil de la agrupación, dicta cursos para formar a sus mejores cuadros.

Es un sitio alejado, casi escondido, donde las imágenes de Néstor y de Cristina Kirchner se multiplican en cada pared y donde la palabra "revolución" se pronuncia con tanta frecuencia como naturalidad y firmeza.

Fue adquirido hace dos años por la federación de cooperativas del plan Argentina Trabaja que maneja el Movimiento Evita, de más de 15.000 trabajadores. Funciona también como camping de la federación. LA NACION lo visitó el 16 de este mes, antes del cierre del ciclo de formación política, que lleva el nombre de Sabino Navarro, unos de los fundadores de Montoneros, muerto en 1971 durante un enfrentamiento con la policía.

"Un cuadro tiene que tener una mirada sobre la totalidad nacional e internacional, y un análisis propio dentro de una doctrina, que en nuestro caso es el peronismo", rompe el hielo, en la ronda del muelle, Iván Arroyo. Es un joven de 27 años que milita en la zona más pobre de Carilegua, un pueblito de 5000 habitantes del sudeste de Jujuy. Llegó a la isla luego de un viaje de más de 24 horas en ómnibus. "Para nosotros es importante tener el contacto con los compañeros que están adentro, en el Congreso o en otros lugares", explica Arroyo, uno de los mil jóvenes de todo el país seleccionados para participar del ciclo de la agrupación que lidera a nivel nacional Emilio Pérsico. La mayoría de los militantes, divididos en ocho delegaciones de entre 100 y 120, llegó a la isla en una lancha-colectivo, fletada por el movimiento. Otros abordaron La Soberana I, la pequeña embarcación propia del Evita.

Para los jóvenes, el día comienza pasadas las 10, con la charla de bienvenida, a cargo del jefe de la JP Evita, el diputado nacional Leonardo Grosso. "El nivel más alto de conciencia que se puede tener es lo que realmente se hace. Si nos da fiaca ir al barrio a militar y priorizamos intereses individuales por sobre la patria, no entendimos nada", dice Grosso, con tono firme y acelerado, al frente de un salón de unos 15 por 10 metros, con piso, paredes y techo de madera, que fue levantado por los integrantes de las cooperativas.

En el interior, tres ventiladores de pie dan todo de sí, pero pierden la batalla ante el calor pegajoso. Cuatro lamparitas de bajo consumo cuelgan de un cable que atraviesa el lugar, de atrás hacia delante. A falta de pintura, las paredes están cubiertas con afiches y fotos de Juan y de Eva Perón, y de Néstor y de Cristina Kirchner. Las imágenes de la Presidenta y de su antecesor están incluso en las puertas de los baños, ubicados en un extremo del lugar y divididos por sexo. El de varones está identificado con una foto de Néstor; el de damas, con una de Cristina. En la entrada del salón, en una cartulina celeste, se exponen las reglas de convivencia en la isla. "No consumir drogas ni alcohol", dice una. "Dirigirse con respeto a los compañeros", reza otra. "Chetos, abstenerse", advierte una tercera. Debajo de la enumeración, con letras un poco más grandes, una definición de identidad: "¡Bienvenidos al peronismo!".

Escuchan las palabras de apertura de Grosso unos cien pibes, de entre 15 y 30 años, sentados a lo largo de banquetas de madera, que cruzan el salón de lado a lado. Una frase se repite en la espalda de la mayoría de las remeras rojas, que recibieron al llegar a la isla. "El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos."

El material del curso se completa con un cuadernillo, que combina citas de Antonio Gramsci y del revolucionario egipcio Gamal Nasser. En su índice, se detallan los temas que se abordarán durante los dos días que permanecerán los militantes en la isla. Se habla, entre otras cosas, de la crisis del capitalismo ("que en realidad no es una crisis, sino un reacomodamiento"), del dólar ("todas las crisis están vinculadas al faltante de dólares en el Banco Central"), del trabajo en negro ("no es culpa de Cristina, sino del contexto histórico que nos determina") y de los "ni-ni", los jóvenes que no trabajan ni estudian ("es una problemática que no se soluciona sólo con crecimiento").

La primera charla, de integrantes de la mesa de economía del movimiento, se corta para el almuerzo: dos sándwiches de hamburguesa para cada pibe; pollo con la mano para los organizadores, que comparten la mesa con LA NACION. "La idea es encarar un proceso de cualificación, capacitación y ordenamiento de nuestra fuerza", explica Ignacio Rico, un joven de 22 años que ganó fama en pleno conflicto del campo, cuando, con sólo 17 años, se enfrentó a Eduardo Buzzi, jefe de la Federación Agraria, durante una conferencia de prensa, en Rosario. "Intentamos desarrollar una formación teórica a partir de la reflexión de nuestra práctica cotidiana", agrega, con una voz de mando que contrasta con su corta edad.

En el programa del curso también hay lugar para actividades recreativas. Primero, una guitarreada. Después, el plato fuerte: la "búsqueda del tesoro revolucionario", que obliga a los pibes a abrirse paso entre los pastizales de la isla para ir descubriendo las pistas. Ante semejante tarea, el premio parece escaso: una bolsa de caramelos. Pero como, casi todo en este lugar, el tesoro encierra un significado simbólico. "Representa la felicidad del pueblo", explican los organizadores.